Pinchazos en el muslo

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Pinchazos en el muslo

La sumisión química es un acto delictivo, como el que se consuma con los pinchazos en el muslo. Su como finalidad reducir la oposición de una persona para obligarla a hacer algo en contra de su voluntad usando una sustancia química. Este fenómeno no es nuevo y lleva muchos años existiendo, desgraciadamente. El uso de agentes narcóticos para adulterar la bebida de una persona con el fin de que pierda el control o la conciencia y así poder abusar sexualmente de ella es uno de los  métodos tradicionales de violación.

Últimamente ha trascendido a la opinión pública la existencia de pinchazos en el muslo en lugares de esparcimiento nocturnos. Estos hechos han sido relacionados con una serie de sucesos similares que llevan apareciendo en Europa desde hace algunos años.

¿En qué puede ayudar la psicología forense en este caso?

Desde la psicología forense nos interesa especialmente la indefensión que produce en la víctima este suceso así como las posibles secuelas que pueda haber dejado. La actuación desde la psicología forense se produce de oficio (de forma automática) cuando ha habido una denuncia ante los juzgados. Pero también puede intervenir de forma privada para adjuntar al sumario una opinión experta desde la psicología Se valoraría la credibilidad del testimonio y sobre el resultado de la exploración psicológica de la víctima.

La credibilidad del testimonio en mujeres que no han tenido con anterioridad a este suceso relaciones sexuales con penetración o en menores de 16 años se realizan una exploración con pruebas validadas. En mayores de 16 años o mujeres que han tenido relaciones sexuales previas se puede hacer una exploración sin tener en cuenta estas pruebas validadas.

La traumática experiencia de haber pasado por un proceso de sumisión química puede quedar en el subconsciente de la persona. Es probable que no recuerde sucesos concretos, pero sí un malestar o asco inexplicable a tenor de sus recuerdos. Hay muchas violaciones de este tipo que no son denunciadas, simplemente porque han sido aparcadas por el cerebro de la víctima, para no sufrir más.